LA ENSEÑANZA MÁS GRANDE DE JESÚS ES EL AMOR
Objetivo: Comprender la eminencia del amor en la relación de Dios con y el ser humano y en las enseñanzas de Jesús.
Texto de oro: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. Juan 13:35
Introducción
Jesús, con sus enseñanzas, provocó la más grandiosa de las transformaciones del mundo, en su mentalidad y en sus leyes. Entre muchas enseñanzas resalta el amor como la base de la convivencia humana, en la familia, en la iglesia y en la sociedad en general. El amor que Jesús enseñó es un concepto muy elevado pero posible de practicar, de hecho, él mismo mostro en su propia experiencia como llevarlo a la práctica. Eso nos anima a pensar que el amor el posible y que es la solución a tantas situaciones de odio e injusticia que se viven a niveles individuales y sociales.
El amor ágape. Mateo 5:38-48; 1Corintios 13
En nuestros tiempos la palabra amor ha perdido sentido. Se usa con tanta frecuencia y en forma indiscriminada que llegamos a confundir su significado. El amor del que hablamos es algo más que el amor entre una pareja y es algo mayor que el que comúnmente se da entre amigos. En la mayoría de los casos el amor que se declara depende del atractivo físico, de la conveniencia material y de la correspondencia del ser amado, es decir, amamos a quienes nos aman y somos indiferentes a los demás, este es el “amor porque”, o sea, te amo porque eres bueno… atractivo… agradable… inteligente… rico… etc. En nuestra Biblia la palabra utilizada es ágape, amor ágape es amor incondicional, podríamos decir que es “amor a pesar de”, te amo a pesar de que no me ames… a pesar de que me hagas daño… a pesar de que no me des nada. Esta es la forma en que Cristo nos amó, al grado que estuvo dispuesto a entregar por nosotros su vida, ese es el amor al que estamos llamados. Por eso dice Jesús que amemos a nuestros enemigos y hagamos bien a quienes nos hacen mal. El apóstol Pablo hace una descripción de esta clase se amor en 1 Corintios 13.
El amor resume la ley. Mateo 22:34-40; Romanos 12:7-10
La ley ha sido hecha para restringir la maldad del hombre contra el hombre, pero si todos los seres humanos nos amaramos en la misma intensidad y con la misma pureza, no necesitaríamos leyes. Jesús enseñó sobre los dos mandamientos más importantes: el primero es “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” “y el segundo es semejante —dice Jesús—: amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Y añade “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” Acorde con esto el apóstol Pablo lo desglosa de la siguiente manera: “… porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.” Por lo tanto, si quieres que tu vida marche bien, hermano, aprende a amar, cumple estos dos mandamientos y tu vida será realmente diferente, ama a Dios y ama a tu prójimo.
El amor como prueba del discipulado. Juan 13:34-35; Romanos 5:6-8;
Si nos declaramos seguidores de Jesucristo y no sabemos amar y perdonar, en realidad no le seguimos. En su propia experiencia, el Señor mostró su amor al orar por quienes le crucificaban, exclamó y dijo “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. El cumplió sus propias enseñanzas y probó con ello que es posible llevarlas a la práctica. Su declaración es enfática en Juan 13:35, se sabrá que son mis seguidores si tienen amor los unos con los otros. Entre nosotros debe haber siempre amor, siempre perdón y siempre tolerancia. Si otros cometen errores también nosotros los cometemos, por lo tanto nada debe empañar nuestra comunión. Y vamos más lejos, si logramos incorporar al amor como parte de nuestro comportamiento cotidiano, en cualquier lugar donde estemos y con cualquier persona, puesto que todos son mi prójimo; la gente sabrá que somos seguidores del Señor, no amemos de palaba ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Amén.
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